En el primer semestre de 2024, 136,439 mexicanos fueron repatriados de Estados Unidos, de los cuales 30,425 eran mujeres. Esta cifra refleja el creciente impacto que la migración tiene sobre las mujeres, quienes representan ya casi una cuarta parte de las personas retornadas.
De acuerdo con la Unidad de Política Migratoria, solo entre enero y septiembre de 2022 regresaron 26,825 mujeres, lo que significó un aumento del 46.8% respecto al año anterior. De ellas, más del 10% eran originarias de Puebla, ubicando al estado como uno de los principales lugares de retorno femenino.
El regreso no significa estabilidad. La mayoría de estas mujeres se inserta en la economía informal, principalmente en comercio ambulante, limpieza o servicio doméstico, sin acceso a seguridad social ni estabilidad en sus ingresos. En muchos casos, el dinero que ganan no alcanza para cubrir las necesidades básicas de sus familias.
Además del golpe económico, la migración y el retorno tienen un fuerte costo emocional. Especialistas señalan que las mujeres retornadas enfrentan altos niveles de ansiedad, depresión y estrés, producto de la separación familiar, la discriminación sufrida en los procesos de deportación y la incertidumbre de iniciar de nuevo.
En Puebla, aún no existen programas con enfoque de género que atiendan de manera integral a las mujeres migrantes retornadas. Esto las deja en una situación de vulnerabilidad marcada por la precariedad económica, la falta de acceso a salud mental y las escasas oportunidades de desarrollo.