En México, más de 1.6 millones de mujeres se reconocen como afrodescendientes, lo que representa poco más de la mitad de esta población en el país. Su edad promedio es de 32 años, lo que refleja a una generación joven que aporta talento, cultura y resiliencia a la vida nacional.
Cada 31 de agosto se conmemora el Día Internacional de las Personas Afrodescendientes, establecido por la ONU para reconocer sus aportaciones, defender sus derechos y visibilizar los retos que aún enfrentan. En esta fecha, es fundamental mirar con lupa la realidad de las mujeres afrodescendientes y su papel en la transformación de México.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid 2023) del Inegi, Guerrero concentra la mayor población afrodescendiente, aunque también destacan estados como Morelos, Quintana Roo, Colima y Oaxaca.
* Mujeres con voz propia:
El 65 % de las mujeres afrodescendientes económicamente activas está empleada, y una cuarta parte trabaja por cuenta propia, lo que muestra su iniciativa y autonomía en la construcción de proyectos de vida.
* Educación y retos:
Aunque el promedio de escolaridad nacional en esta población es de 10.1 grados (nivel medio superior), las mujeres afrodescendientes han logrado que casi una de cada cuatro acceda a la educación superior. Sin embargo, persiste el desafío: más del 31 % de las niñas y jóvenes de 6 a 24 años no asiste a la escuela.
* Familia y comunidad:
En 2023 había 884 mil mujeres afrodescendientes en edad reproductiva, que representan el 2.6 % del total nacional. El número promedio de hijos por mujer es de 1.5, similar al del resto del país, aunque en entidades como Chiapas o Tabasco las cifras son más altas.
* Migración y movilidad:
Más del 76 % de la población afrodescendiente vive en el mismo estado en el que nació, aunque en regiones como Baja California la mitad de estas mujeres provienen de otras entidades, lo que habla de su capacidad de adaptarse y reconstruir comunidades.
La conmemoración del Día Internacional de las Personas Afrodescendientes es también una invitación a reconocer que las mujeres afrodescendientes no solo forman parte de la historia de México, sino que son protagonistas de su presente y de su futuro. Su voz, sus luchas y sus sueños son fundamentales para avanzar hacia una sociedad más igualitaria y justa.