En la Independencia de México hubo heroínas sin nombre que sostuvieron la lucha desde las trincheras más invisibles. No solo fueron madres, esposas o hermanas, sino combatientes, estrategas, espías, sanadoras y proveedoras de la tropa. Sin embargo, la historia las redujo al olvido o, peor aún, las castigó con escarmientos públicos.
De acuerdo con Angélica Noemí Juárez Pérez, investigadora del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), a estas mujeres se les llamó el “colectivo de la independencia” porque participaron en todos los frentes: desde alimentar a los insurgentes, hasta empuñar armas y liderar gavillas. También fueron correos secretos, proveedoras de suministros y enfermeras de quienes caían en combate.
Condenadas por luchar
Cuando eran capturadas, muchas fueron procesadas bajo cargos de “seducción de la tropa” o acusadas de ser “adictas a la insurgencia”. Su destino era cruel: prisión o muerte. En las zonas rurales, sus cuerpos eran exhibidos en plazas públicas como advertencia por parte del ejército realista.
Las visibles… y las invisibles
Aunque en los muros de honor del Senado están grabados los nombres de Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Mariana Rodríguez del Toro de Lazarín y Gertrudis Bocanegra, detrás de ellas existieron cientos de mujeres anónimas que nunca obtuvieron reconocimiento.
Algunas, como la Coronela Antonia Nava, lograron dejar huella. Otras quedaron diluidas en la narrativa nacional que prefirió destacar a figuras masculinas como Hidalgo, Morelos o Guerrero, mientras las mujeres fueron reducidas a símbolos de “patria” en estampillas y conmemoraciones.
Diversidad y resistencia
Juárez Pérez subraya que las mujeres insurgentes no fueron un grupo homogéneo. Estaban las criollas ilustradas como Leona Vicario, con recursos para apoyar la causa, pero también campesinas, indígenas y mestizas que, motivadas por ideales de justicia, arriesgaron todo por un país libre.
Su aporte, señala la especialista, fue doble: combatieron la dominación colonial y al mismo tiempo rompieron con los límites que les imponía el sistema patriarcal. Muchas pagaron con su vida, otras con el encierro; todas, con el silencio de la historia oficial.