Este lunes 1 de diciembre arrancó en México la venta del “vaso oso” de edición limitada de Starbucks —Bearista Cup— un artículo de colección que en otras latitudes generó auténtica locura, reventas de decenas de dólares y caos en tiendas.
La versión mexicana de este vaso (de vidrio, con diseño en forma de oso y temática navideña) tiene un precio oficial de $869 pesos. Starbucks informó que a nivel nacional serán distribuidas 37,472 unidades aproximadamente, lo que equivale a un promedio de 40 a 50 vasos por sucursal, aunque la distribución varía según la demanda y ubicación.
Desde horas de la madrugada, usuarios Gold de Starbucks Rewards, quienes tenían acceso anticipado, acudieron a tiendas para adquirir el producto, generando filas largas y una demanda inmediata. En algunos locales, el cupo se agotó en los primeros minutos.
Las condiciones para la compra fueron estrictas: se debe adquirir una bebida tamaño Grande o Venti preparada en barra, y solo se permite un vaso por persona y por ticket. Además, la venta no aplica en sucursales Drive-Thru, tiendas Reserve, ni para pedidos mediante Pick-Up o Delivery.
El fenómeno formado alrededor del Bearista Cup en México refleja una tendencia global de “consumo de colección”: tras su lanzamiento en Estados Unidos, unidades similares se agotaron en cuestión de horas y en reventa alcanzaron precios de hasta 600 dólares (o más, dependiendo del mercado), lo que elevó aún más su demanda internacional.
Al cierre de la mañana, varios locales confirmaron haber liquidado su stock, por lo que ya no se garantizaba disponibilidad para público general — cuyo acceso arranca formalmente este martes 2 de diciembre, hasta agotar existencias.
Este episodio pone en evidencia las dinámicas de mercado vinculadas a productos de edición limitada: alta expectativa, presión social, reventa y saturación en las primeras horas. Para muchos compradores, la adquisición del vaso representó más una “carrera” que una simple compra por deseo personal.
Con su llegada al país, el vaso de oso de Starbucks se convierte en un nuevo símbolo del consumo moderno —y de los desafíos que implica satisfacer una demanda masiva con un inventario restringido.