Lo que nació como un simple entretenimiento en un pequeño periódico de Oklahoma en 1968, se transformó en una de las herramientas más accesibles y poderosas para el aprendizaje y la estimulación cognitiva. La sopa de letras, creada por Norman E. Gibat para atraer lectores, hoy es parte de la vida cotidiana en hogares, escuelas y programas de salud en México.
Datos duros que reflejan su relevancia
• En México, las sopas de letras se popularizaron en los años 70 y 80, primero en periódicos y revistas, y después en libros escolares.
• Se calcula que 8 de cada 10 niñas en primaria han utilizado sopas de letras como apoyo para aprender vocabulario y mejorar la lectura.
• Para las mujeres adultas y adultas mayores, se han convertido en una herramienta clave contra el deterioro cognitivo, recomendada incluso en terapias de memoria.
Un aliado en la vida de las mujeres
Más allá del entretenimiento, la sopa de letras ha acompañado a mujeres en distintos momentos de su vida:
• Educación: ha sido un recurso barato y efectivo para fortalecer la alfabetización de niñas en comunidades rurales y urbanas.
• Tiempo personal: en décadas pasadas, amas de casa y trabajadoras encontraron en los pasatiempos impresos una forma de esparcimiento accesible y propia.
• Visibilización social: colectivos feministas y programas comunitarios utilizan hoy las sopas de letras para sensibilizar sobre derechos, igualdad y violencia de género, transformando el juego en un vehículo de conciencia.
Una herramienta que trasciende
Lejos de perder vigencia, la sopa de letras se mantiene viva en apps digitales, cuadernos escolares y programas de salud comunitaria, demostrando que un pasatiempo sencillo puede convertirse en una herramienta de transformación social y cultural.