No se trata de una cuestión de clase social, nivel educativo o condición económica. La violencia contra las mujeres atraviesa todos los sectores, mostrando que lo que falta no son leyes o instituciones, sino conciencia, educación y respeto mutuo.
En la raíz de estas violencias está una cultura que normaliza el control, la agresión y la desvalorización de las mujeres. Desde la infancia, muchos niños crecen en hogares marcados por la ausencia de amor, el maltrato o la sobreprotección, lo que en la vida adulta puede transformarse en frustración y resentimiento dirigido hacia las mujeres.
Este ciclo, alimentado por estereotipos machistas, sigue cobrando vidas: mujeres jóvenes, madres, trabajadoras y profesionistas que son asesinadas o víctimas de “suicidios” dudosos y nunca esclarecidos. Cada caso que queda en la impunidad envía un mensaje peligroso: que las mujeres no valen lo suficiente para que la sociedad las proteja.
La memoria corta de la sociedad muchas veces permite que casos graves sean olvidados y que la violencia se repita. Historias como las de mujeres asesinadas en sus hogares, en las calles o bajo custodia oficial muestran que la vulnerabilidad es constante.
Más allá del activismo o de las colectivas, lo que México necesita es una alianza amplia y solidaria entre todas las mujeres y los hombres que creen en la igualdad. La violencia de género no se combate con odio, sino con justicia, educación y respeto.
Lo que urge cambiar
• Romper con la normalización del machismo en la vida cotidiana.
• Exigir procesos judiciales claros y sensibles al género.
• Educar desde la infancia en igualdad y respeto.
• Reconocer que la violencia contra una mujer es un problema de toda la sociedad, no solo de su familia o comunidad.
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La violencia contra las mujeres en México es un espejo de lo que aún falta por transformar. La esperanza está en las nuevas generaciones, en las voces que no callan y en la convicción de que un país que protege a sus mujeres es un país que puede aspirar a la verdadera paz.